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Glosarios a mí

Hoy estamos que lo vendemos, acabo de descubrir La Glosateca: increible herramienta donde puedes encontrar glosarios de (casi) todo. Como ella misma se describe:
"La Glosateca pretende ofrecer una plataforma a los profesionales de la terminología y la traducción que tengan el español como principal lengua de trabajo."
Así que ya sabes, si necesitas un buen glosario, sumérgete por una de sus tantas ramas y sub-ramas y seguro que encuentras lo que necesitas.
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Recurso: portal lingüístico

Aquí os traigo hoy otro recurso interesante: un portal lingüístico. Se trata de Blabla, y es un portal en varios idiomas en el que podrás encontrar más fuentes, foros, mini-cursos etc. de los idiomas más importantes del mundo y los más numerosos en cuantro a hablantes.
Es una herramienta bastante interesante tanto para traductores como redactores con secciones imprescindibles tales como: dudas sintácticas, test o preparación para pruebas de idiomas.
Además te adjunta a una página de lexofílicos (en inglés) de la que no hace falta dar más información que la que el nombre indica y que incluye una guía de cómo viajar por Europa en 15 días.
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Traducción de nombres propios: el dilema

La entrada de hoy radica sobre todo en el gran problema de la originalidad de los autores extranjeros. Muchas veces, sobre todo en historias ficticias, se inventan nombres para pueblos, bosques etc. que tienen algún juego de palabras implícito. Esto pasa por ejemplo en una obra que estoy traduciendo en el que se establece una doble realidad entre el mundo de las hadas (donde predomina la madera) y el mundo de la realidad (donde predomina el hierro) y justo y casualmente el pueblo donde vive la prota se llama Ironbridge (oh, me abruma la casualidad). Claro, ¿qué haces? Es ahí cuando te sale tu vena más pura, te desdoblas y tú y tu Pepito Grillo (gran traducción del nombre inglés Jiminy Cricket):
    –Ei, Jim, ¿qué hago con esto?
    –Bueno, lo más importante es el significado y el sentido, ¿no crees?
    –Exacto, se perdería mucho, porque no es solo esa palabra, es que a lo largo de la obra hay muchas más (un beso desde aquí para la autora).
    –Pues ya está, tú misma lo tienes, si precisas más de mí: dame un silvidito.
    –Bueno... pues eso haré, pero es que queda tan feeeeeeeeeeeeeeeeo.

    Y sí, señores, la novela es estética, feo es la palabra que nos va a regir muchas de las veces. La culpa la tiene la sociedad y las traducciones que se dejan en inglés pudiendo traducirse, pero claro, aquí está la nueva generación de traductores/as dispuestos/as a combatir contra los malos vicios y corregir las cosas que nunca debieron haberse hecho.
    Pero realmente es un problema el hecho de que los nombres en inglés nos suenen mejor que en nuestro propio idioma, ¿tan poco lo queremos? ¿donde están los puritanos de toda la vida? Fue a partir de cierto momento en el que se empezaron a bautizar bares de pueblo con nombres ingleses (mal puestos en la mayoría de casos) cuando empezamos a adoptar el inglés como algo normal y natural, cuando no debería ser así. No me matéis si digo que hay que defender tu propio idioma, no soy patriótica en absoluto, pero sí que soy muy puritana a la hora de hablar bien y de ahorrarse las interferencias. Y me revienta mucho el traducir un nombre al castellano dentro de una obra y que quede tan mal.
    Realmente, si esa palabra no tiene significado la dejaría en original, porque ya se acordó que, hoy por hoy, los nombres no se traducen (a no ser que ya estén prefijados) y que pueden haber distintos motivos para no traducirlos: que en algún sitio se haga constar que la obra no está ambienta da en España o algo por el estilo, pero en este caso no se dan esas cosas, e incluir una nota al pie de página a un libro juvenil me parece una aberración y una falta de originalidad por parte del traductor.
    Así que nada, yo opto en estos casos por hacer una traducción más o menos bonita pero en castellano, para que se pueda entender, aun con mi angelito malo que me dice que esto no queda cool y que más bien queda un poco a lo campechano (¡yeja!).
    Pero, ¿y vosotr@s? ¿os surgen estas mismas dudas? ¿tenéis este problema? ¿os ha pasado alguna vez? ¿qué habéis hecho?

    Un saludo y espero vuestras contestaciones.
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Feliz día del libro infantil y juvenil

Hoy 2 de abril es el día del libro infantil y juvenil. Como trabajadores del mundo de las letras creo que supongo bien si digo que a todos nos encanta leer y más que disfrutamos de un buen libro, sin embargo ¿cuándo os empezó esta afición?
Yo tengo la gran SUERTAZA de haber crecido en una familia de amantes y forofos de la lectura. Desde siempre recuerdo esa habitación que en un principio era pequeña y ahora ocupa una planta de mi casa llamada biblioteca y no concibo una casa sin una. Así que de pequeña me dijeron que los libros forman parte de la vida y mis padres me fueron dando todo tipo de muestras literarias, sobre todo poesía y narrativa y la verdad (y de todo corazón) les doy las gracias por haberme abierto los ojos con Gloria Fuertes a un género tan sumamente bonito.
No recuerdo, como pasa en las películas, que mis padres me leyesen nada, pero sí recuerdo los libros de Pepa y Manolo, de Asunción Lisson que me compraban en aquella librería que olía a viejo y polvo que había en una calleja de mi pueblo. Recuerdo como la puerta chirriaba y se abría a ese mundo de libros amarillentos y tapas con olor a libro. Siempre salía con alguna nueva historia de estos primeros cuentos que más tarde los usaba de inspiración para mis propias historias (¡con ilustraciones y todo!) para regalárselos a mi hermana cuando estaba aprendiendo a leer. Me acuerdo de todas aquellas primeras lecturas que releía mil veces en la que cada cuento practicaban una consonante distinta.
Más tarde con Días con Sapo y Sepo de Arnold Lobel descubrí los cuentos de más de 10 páginas y cuando lo terminé me sentí toda una mujer, tras esto a su cola se unieron todas las historias de Manolito Gafotas que combinaba con la lectura que más recuerdo y que más me marcó en mi infancia: la serie de El pequeño vampiro, de Angela Sommer Bodemburg.
¡Dios mío! cómo me gustaban a mí sus historias. Recuerdo que la biblioteca del colegio tenía un montón de libros de este singular personaje que me engullí como si fuera un pastel de chocolate y que, insaciable fui a la biblioteca de mi pueblo donde mi tía me hizo mi carnet de la biblioteca municipal. Allí descubrí más libros de este vampiro que alterné con una muy amplia variedad de títulos de la serie El barco de vapor.
Así que a lo largo de mis años descubrí miles de aventuras a manos de Isabel Allende, Lian Eran, Matilde Asensi, Andreu Martin Farrero, Enid Blyton, Rowling, Tolkien, etc. que me inspiraron también en mis primeras historias y nuevos estilos de belleza cortesía de Juan Ramón Jiménez, Lorca, Rafael Alberti (recuerdo perfectamente cada poesía de Mi primer libro de poemas) y cuando fui más mayor aprendí a amar cada verso de Pablo Neruda y a llorar con Miguel Hernández.
La verdad es que podría estar enumerando cientos de autores y títulos que marcaron mi infancia y que, como por ejemplo en el caso de Los cinco marcaron también la de mi madre que, muy orgullosa, recordaba conmigo los deliciosos manjares que la tía de Jorge les ponía sobre la mesa cuando venían exhaustos de sus trepidantes aventuras. Sin embargo, la lista sería muy larga y aún así siempre me quedaría ese granito por pensar que me dejo fuera a algún autor/a que me llevó a descubrir su mundo más interno y compartirlo conmigo.
Y vosotros/as, ¿qué libros marcaron vuestra infancia? ¿qué palabras jamás olvidaréis?

Me despido hoy con un trocito de una poesía de Gloria Fuertes.



Para dibujar un niño

hay que hacerlo con cariño.
Pintarle mucho flequillo,
- que esté comiendo un barquillo -;
muchas pecas en la cara
que se note que es un pillo;
- pillo rima con flequillo
y quiere decir travieso -.
Continuemos el dibujo:
redonda cara de queso.



Como es un niño de moda,
bebe jarabe con soda.
Lleva pantalón vaquero
con un hermoso agujero;
camiseta americana
y una gorrita de pana.
Las botas de futbolista
- porque chutando es artista -.
Se ríe continuamente,
porque es muy inteligente.
Debajo del brazo un cuento
por eso está tan contento.



Para dibujar un niño
hay que hacerlo con cariño.